LA BIBLIA - CARTA A LOS HEBREOS

←Carta a Filemón Libros Carta de Santiago→
DOBLE-CLICK PARA AGRANDAR TEXTO

Capítulo 1

1 Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras,
2 ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.
3 El es el resplandor de su gloria
y la impronta de su ser.
El sostiene el universo con su Palabra poderosa,
y después de realizar la purificación de los pecados,
se sentó a la derecha del trono de Dios
en lo más alto del cielo.
4 Así llegó a ser tan superior a los ángeles,
cuanto incomparablemente mayor que el de ellos
es el Nombre que recibió en herencia.

>La supremacía de Cristo, Hijo de Dios y hermano de los hombres

Cristo superior a los ángeles

5 ¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel:
"Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy"?
¿Y de qué ángel dijo:
"Yo seré un padre para él y él será para mí un hijo"?
6 Y al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios nos dice:
"Que todos los ángeles de Dios lo adoren".
7 Hablando de los ángeles, afirma:
"A sus ángeles, los hace como ráfagas de viento; y a sus servidores como llamas de fuego".
8 En cambio, a su Hijo le dice:
"Tu trono, Dios, permanece para siempre. El cetro de tu realeza es un cetro justiciero.
9 Has amado la justicia y aborrecido la iniquidad. Por eso Dios, tu Dios, te ungió con el óleo de la alegría, prefiriéndote a tus compañeros".
10 Y también le dice:
"Tú, Señor, al principio fundaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos.
11 Ellos desaparecerán, pero tú permaneces. Todos se gastarán como un vestido
12 y los enrollarás como un manto: serán como un vestido que se cambia. Pero tú eres siempre el mismo, y tus años no tendrán fin".
13 ¿Y a cuál de los ángeles dijo jamás:
"Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies"?
14 ¿Acaso no son todos ellos espíritus al servicio de Dios, enviados en ayuda de los que van a heredar la salvación?

Capítulo 2

Exhortación a recibir la salvación

1 Por eso, nosotros debemos prestar más atención a lo que hemos escuchado, no sea que marchemos a la deriva.
2 Porque si la Palabra promulgada por medio de los ángeles tuvo plena vigencia, a tal punto que toda transgresión y desobediencia recibió su justa retribución,
3 ¿cómo nos libraremos nosotros, si rehusamos semejante salvación? Esta salvación, anunciada en primer lugar por el Señor, nos fue luego confirmada por todos aquellos que la habían oído anunciar,
4 mientras Dios añadía su testimonio con signos y prodigios, con toda clase de milagros y con los dones del Espíritu Santo, distribuidos según su voluntad.

La redención realizada por Cristo

5 Porque Dios no ha sometido a los ángeles el mundo venidero del que nosotros hablamos.
6 Acerca de esto, hay un testimonio que dice:
"¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que te ocupes de él?
7 Por poco tiempo lo pusiste debajo de los ángeles y lo coronaste de gloria y esplendor.
8 Todo lo sometiste bajo sus pies".
Si Dios le ha sometido todas las cosas, nada ha quedado fuera de su dominio. De hecho, todavía no vemos que todo le está sometido.
9 Pero a aquel que fue puesto por poco tiempo debajo de los ángeles, a Jesús, ahora lo vemos coronado de gloria y esplendor, a causa de la muerte que padeció. Así, por la gracia de Dios, él experimentó la muerte en favor de todos.
10 Convenía, en efecto, que aquel por quien y para quien existen todas las cosas, a fin de llevar a la gloria a un gran número de hijos, perfeccionara, por medio del sufrimiento, al jefe que los conduciría a la salvación.
11 Porque el que santifica y los que son santificados, tienen todos un mismo origen. Por eso, él no se avergüenza de llamarlos hermanos,
12 cuando dice:
"Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea".
13 Y también:
"En él pondré mi confianza".
Y además:
"Aquí estamos yo y los hijos que Dios me ha dado".
14 Y ya que los hijos tienen una misma sangre y una misma carne, él también debía participar de esa condición, para reducir a la impotencia, mediante su muerte, a aquel que tenía el dominio de la muerte, es decir, al demonio,
15 y liberar de este modo a todos los que vivían completamente esclavizados por el temor de la muerte.
16 Porque él no vino para socorrer a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham.
17 En consecuencia, debió hacerse semejante en todo a sus hermanos, para llegar a ser un Sumo Sacerdote misericordioso y fiel en el servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo.
18 Y por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento, él puede ayudar a aquellos que están sometidos a la prueba.

Capítulo 3

>Jesús, el Sumo Sacerdote fiel y misericordioso

Cristo, superior a Moisés

1 Por lo tanto, hermanos, ustedes que han sido santificados y participan de un mismo llamado celestial, piensen en Jesús, el Apóstol y Sumo Sacerdote de la fe que profesamos.
2 El es fiel a Dios, que lo constituyó como tal, así como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios.
3 Porque él fue considerado digno de una gloria superior a la de Moisés, en la misma medida en que la dignidad del constructor es superior a la de la casa.
4 Porque toda casa tiene su constructor, y el constructor de todas las cosas es Dios.
5 Moisés fue fiel en toda su casa, en calidad de servidor, para dar testimonio de lo que debía anunciarse,
6 mientras que Cristo fue fiel en calidad de Hijo, como jefe de la casa de Dios. Y esa casa somos nosotros, con tal que conservemos la seguridad y la esperanza de la que nos gloriamos.

Exhortación a la fidelidad

7 Por lo tanto, como dice el Espíritu Santo:
"Si hoy escuchan su voz,
8 no endurezcan su corazón como en el tiempo de la Rebelión, el día de la Tentación en el desierto,
9 cuando sus padres me tentaron poniéndome a prueba, aunque habían visto mis obras
10 durante cuarenta años. Por eso me irrité contra aquella generación, y dije: Su corazón está siempre extraviado y no han conocido mis caminos.
11 Entonces juré en mi indignación: Jamás entrarán en mi Reposo".
12 Tengan cuidado, hermanos, no sea que alguno de ustedes tenga un corazón tan malo que se aparte del Dios viviente por su incredulidad.
13 Antes bien, anímense mutuamente cada día mientras dure este hoy, a fin de que nadie se endurezca, seducido por el pecado.
14 Porque hemos llegado a ser partícipes de Cristo, con tal que mantengamos firmemente hasta el fin nuestra actitud inicial.
15 Cuando la Escritura dice:
"Si hoy escuchan su voz, no endurezcan su corazón como en el tiempo de la Rebelión",
16 ¿quiénes son los que se rebelaron después de haberlo escuchado? ¿No son todos aquellos que salieron de Egipto conducidos por Moisés?
17 ¿Y contra quiénes se irritó Dios durante cuarenta años? ¿No fue contra los que habían pecado y cuyos cadáveres quedaron tendidos en el desierto?
18 ¿Y a quiénes juró Dios que no entrarían en su Reposo, sino a los mismos que le habían desobedecido?
19 Así vemos que aquellos no pudieron entrar por su falta de fe.

Capítulo 4

El Reposo de Dios

1 Temamos, entonces, mientras permanece en vigor la promesa de entrar en el Reposo de Dios, no sea que alguno de ustedes se vea excluido.
2 Porque también nosotros, como ellos, hemos recibido una buena noticia; pero la Palabra que ellos oyeron no les sirvió de nada, porque no se unieron por la fe a aquellos que la aceptaron.
3 Nosotros, en cambio, los que hemos creído, vamos hacia aquel Reposo del cual se dijo:
"Entonces juré en mi indignación: Jamás entrarán en mi Reposo".
En realidad, las obras de Dios estaban concluidas desde la creación del mundo,
4 ya que en cierto pasaje se dice acerca del séptimo día de la creación: Y Dios descansó de todas sus obras en el séptimo día;
5 y en este, a su vez, se dice: Jamás entrarán en mi Reposo.
6 Ahora bien, sabemos que la entrada a ese Reposo está reservada a algunos, y que los primeros que recibieron la buena noticia no entraron en él, a causa de su desobediencia.
7 Por eso, Dios nuevamente fija un día –un hoy– cuando muchos años después, dice por boca de David las palabras ya citadas:
"Si hoy escuchan su voz, no endurezcan su corazón".
8 Porque si Josué hubiera introducido a los israelitas en ese Reposo, Dios no habría hablado después acerca de otro día.
9 Queda, por lo tanto, reservado un Reposo, el del séptimo día, para el Pueblo de Dios.
10 Y aquel que entra en el Reposo de Dios descansa de sus trabajos, como Dios descansó de los suyos.
11 Esforcémonos, entonces, por entrar en ese Reposo, a fin de que nadie caiga imitando aquel ejemplo de desobediencia.

La Palabra y el Juicio de Dios

12 Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
13 Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas.

Cristo, Sumo Sacerdote

14 Y ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe.
15 Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado.
16 Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.

Capítulo 5

La función del Sumo Sacerdote

1 Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados.
2 El puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana.
3 Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por los propios pecados.
4 Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón.

El sacerdocio de Cristo

5 Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo:
"Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy".
6 Como también dice en otro lugar:
"Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec".
7 El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión.
8 Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer.
9 De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,
10 porque Dios lo proclamó Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.

>El sacerdocio y el sacrificio de la Nueva Alianza

El perfeccionamiento de la fe

11 Sobre esto tendríamos que decir muchas cosas, pero es difícil explicárselas, porque ustedes son lentos para comprender.
12 Aunque ya es tiempo de que sean maestros, ustedes necesitan que se les enseñen nuevamente los rudimentos de la Palabra de Dios: han vuelto a tener necesidad de leche, en lugar de comida sólida.
13 Ahora bien, el que se alimenta de leche no puede entender la doctrina de la justicia, porque no es más que un niño.
14 El alimento sólido es propio de los adultos, de aquellos que por la práctica tienen la sensibilidad adiestrada para discernir entre el bien y el mal.

Capítulo 6

1 Por eso, dejando a un lado la enseñanza elemental sobre Cristo, vayamos a lo más perfecto, sin volver otra vez sobre las verdades fundamentales, como el arrepentimiento por las obras que llevan a la muerte y la fe en Dios,
2 la instrucción sobre los bautismos y la imposición de las manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno.
3 Esto es lo que vamos a hacer, si Dios lo permite.

La apostasía de la fe

4 Porque a los que una vez fueron iluminados y gustaron el don celestial, a los que participaron del Espíritu Santo
5 y saborearon la buena Palabra de Dios y las maravillas del mundo venidero,
6 y a pesar de todo recayeron, es imposible renovarlos otra vez elevándolos a la conversión, ya que ellos por su cuenta vuelven a crucificar al Hijo de Dios y lo exponen a la burla de todos.
7 Cuando la tierra es regada por abundantes lluvias y produce una buena vegetación para los que la cultivan, recibe de Dios su parte de bendición.
8 Pero si no produce más que espinas y abrojos, no tiene ningún valor, su maldición está próxima y terminará por ser quemada.

El objeto de la esperanza cristiana

9 Queridos hermanos, aunque nos hayamos expresado de este modo, estamos convencidos de que ustedes se encuentran en la condición mejor, la que conduce a la salvación.
10 Porque Dios no es injusto para olvidarse de lo que ustedes han hecho y del amor que tienen por su Nombre, ese amor demostrado en el servicio que han prestado y siguen prestando a los santos.
11 Solamente deseamos que cada uno muestre siempre el mismo celo para asegurar el cumplimento de su esperanza.
12 Así, en lugar de dejarse estar perezosamente, imitarán el ejemplo de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.
13 Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, como no podía jurar por alguien mayor que él, juró por sí mismo,
14 diciendo: Sí, yo te colmaré de bendiciones y te daré una descendencia numerosa.
15 Y por su paciencia, Abraham vio la realización de esta promesa.
16 Los hombres acostumbran a jurar por algo más grande que ellos, y lo que se confirma con un juramento queda fuera de toda discusión.
17 Por eso Dios, queriendo dar a los herederos de la promesa una prueba más clara de que su decisión era irrevocable, la garantizó con un juramento.
18 De esa manera, hay dos realidades irrevocables –la promesa y el juramento– en las que Dios no puede engañarnos. Y gracias a ellas, nosotros, los que acudimos a él, nos sentimos poderosamente estimulados a aferrarnos a la esperanza que se nos ofrece.
19 Esta esperanza que nosotros tenemos, es como un ancla del alma, sólida y firme, que penetra más allá del velo,
20 allí mismo donde Jesús entró por nosotros, como precursor, convertido en Sumo Sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.

Capítulo 7

>Un nuevo y único sacerdote

Melquisedec, figura de Cristo

1 Este Melquisedec, que era rey de Salem, sacerdote de Dios, el Altísimo, salió al encuentro de Abraham cuando este volvía de derrotar a los reyes y lo bendijo;
2 y Abraham le entregó la décima parte de todo el botín. El nombre de Melquisedec significa, en primer término, «rey de justicia» y él era, además, rey de Salem, es decir, «rey de paz».
3 De él no se menciona ni padre ni madre ni antecesores, ni comienzo ni fin de su vida: así, a semejanza del Hijo de Dios, él es sacerdote para siempre.

Melquisedec, superior a Abraham

4 Consideren ahora la grandeza de aquel a quien el mismo patriarca Abraham entregó como diezmo lo mejor del botín.
5 A los descendientes de Leví que reciben el sacerdocio, la Ley les manda percibir el diezmo del pueblo, esto es, de sus propios hermanos, que sin embargo pertenecen como ellos a la descendencia de Abraham.
6 Pero Melquisedec, que no tenía ascendencia común con ellos, recibió de Abraham el diezmo y bendijo al depositario de las promesas.
7 Ahora bien, no cabe duda que corresponde al superior bendecir al inferior.
8 Además, en el caso de los descendientes de Leví, los que perciben el diezmo son hombres mortales, mientras que en el caso de Melquisedec, se trata de alguien de quien se atestigua que vive.
9 Por último, se puede decir que el mismo Leví, a quien corresponde percibir los diezmos, pagó los suyos a Melquisedec en la persona de Abraham,
10 porque, en cierto sentido, Leví ya estaba en el cuerpo de su padre Abraham cuando Melquisedec le salió al encuentro.

El sacerdocio levítico y el de Melquisedec

11 Por lo tanto, si se podía alcanzar la perfección por medio del sacerdocio levítico, sobre el cual se funda la Ley dada al pueblo, ¿qué necesidad había entonces de que surgiera otro sacerdote, según el orden de Melquisedec y no según el orden de Aarón?
12 Porque el cambio de sacerdocio implica necesariamente un cambio de Ley.
13 De hecho, Jesús, de quien se dicen estas cosas, pertenecía a una tribu que no era la de Leví, ninguno de cuyos miembros se dedicó al servicio del altar.
14 Porque es sabido que nuestro Señor desciende de Judá, y de esa tribu, nunca habló Moisés al referirse a los sacerdotes.

Derogación de la Ley antigua

15 Y esto se hace más evidente aún, si se tiene en cuenta que este nuevo sacerdote, a semejanza de Melquisedec,
16 se constituye, no según la disposición de una ley meramente humana, sino según el poder de una vida indestructible.
17 De él se ha atestiguado: "Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec".
18 De esta manera queda derogada la disposición anterior, en razón de su ineficacia e inutilidad
19 –ya que la Ley es incapaz de conducir a la perfección– y se introduce una esperanza mejor, que nos permite acercarnos a Dios.

Inmutabilidad del sacerdocio de Cristo

20 Además, todo esto ha sido confirmado con un juramento. Porque, mientras los descendientes de Leví fueron instituidos sacerdotes sin la garantía de un juramento,
21 Jesús lo fue con un juramento, el de aquel que le dijo: "Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre".
22 Por lo tanto, Jesús ha llegado a ser el garante de una Alianza superior.
23 Los otros sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte les impedía permanecer;
24 pero Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable.

Eficacia del sacerdocio de Cristo

25 De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos.
26 El es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo.
27 El no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
28 La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento –que es posterior a la Ley– establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.

Capítulo 8

>Un nuevo y único sacerdocio

El antiguo culto, figura del nuevo

1 Este es el punto capital de lo que estamos diciendo: tenemos un Sumo Sacerdote tan grande que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo.
2 El es el ministro del Santuario y de la verdadera Morada, erigida no por un hombre, sino por el Señor.
3 Ahora bien, todo Sumo Sacerdote es constituido para presentar ofrendas y sacrificios; de ahí la necesidad de que tenga algo que ofrecer.
4 Si Jesús estuviera en la tierra, no podría ser sacerdote, porque ya hay aquí otros sacerdotes que presentan las ofrendas de acuerdo con la Ley.
5 Pero el culto que ellos celebran es una imagen y una sombra de las realidades celestiales, como Dios advirtió a Moisés cuando este iba a construir la Morada, diciéndole: Tienes que hacerlo todo conforme al modelo que te fue mostrado en la montaña.

Cristo, mediador de una Alianza mejor

6 Pero ahora, Cristo ha recibido un ministerio muy superior, porque es el mediador de una Alianza más excelente, fundada sobre promesas mejores.
7 Porque si esta primera Alianza hubiera sido perfecta, no habría sido necesario sustituirla por otra.
8 En cambio, Dios hizo al pueblo este reproche:
"Llegarán los días –dice el Señor– en que haré una Nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá,
9 no como aquella que hice con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ya que ellos no permanecieron fieles a mi Alianza, yo me despreocupé de ellos –dice el Señor–:
10 Y ésta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel después de aquellos días –dice el Señor–: Pondré mis leyes en su conciencia, las grabaré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo.
11 Entonces nadie tendrá que instruir a su compatriota ni a su hermano, diciendo: «Conoce al Señor»; porque todos me conocerán, desde el más pequeño al más grande.
12 Porque yo perdonaré sus iniquidades y no me acordaré más de sus pecados".
13 Al hablar de una Nueva Alianza, Dios declara anticuada la primera, y lo que es viejo y anticuado está a punto de desaparecer.

Capítulo 9

El antiguo Santuario

1 La Primera Alianza tenía un ritual para el culto y un santuario terrestre.
2 En él se instaló un primer recinto, donde estaban el candelabro, la mesa y los panes de la oblación: era el lugar llamado Santo.
3 Luego, detrás del segundo velo había otro recinto, llamado el Santo de los santos.
4 Allí estaban el altar de oro para los perfumes y el Arca de la Alianza, toda recubierta de oro, en la cual había un cofre de oro con el maná, la vara de Aarón que había florecido y las tablas de la alianza.
5 Sobre ella estaban los Querubines de la Gloria, que cubrían el Propiciatorio con la sombra de sus alas. Pero no es este el momento de entrar en detalles.

El culto de la Antigua Alianza

6 Dentro de este ordenamiento, los sacerdotes entran siempre al primer recinto para celebrar el culto.
7 Pero al segundo, sólo entra una vez al año el Sumo Sacerdote, llevando consigo la sangre que ofrece por sus faltas y las del pueblo.
8 El Espíritu Santo da a entender con esto que el camino del Santuario no es accesible mientras subsista el primer recinto.
9 Esto es un símbolo para el tiempo presente: en efecto, allí se ofrecen dones y sacrificios que no pueden hacer perfecto en su conciencia al que practica el culto.
10 Sólo se trata de prescripciones externas sobre alimentos, bebidas y abluciones diversas, válidas hasta el momento de la renovación.

La entrada de Cristo en el Santuario celestial

11 Cristo, en cambio, ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes futuros. El, a través de una Morada más excelente y perfecta que la antigua –no construida por manos humanas, es decir, no de este mundo creado–
12 entró de una vez por todas en el Santuario, no por la sangre de chivos y terneros, sino por su propia sangre, obteniéndonos así una redención eterna.
13 Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera, con que se rocía a los que están contaminados por el pecado, los santifica, obteniéndoles la pureza externa,
14 ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por obra del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para permitirnos tributar culto al Dios viviente!

Cristo, mediador de la Nueva Alianza

15 Por eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida.
16 Porque para que se cumpla un testamento es necesario que muera el testador:
17 mientras se vive, el testamento no vale, y sólo a su muerte entra en vigor.
18 De allí que tampoco la primera Alianza fuera inaugurada sin derramamiento de sangre.
19 Efectivamente, cuando Moisés promulgó delante de todo el pueblo cada uno de los mandamientos escritos en la Ley, tomó la sangre de novillos y chivos –junto con el agua, la lana escarlata y el hisopo– y roció el Libro y también a todo el pueblo,
20 diciendo: "Esta es la sangre de la Alianza que Dios ha establecido con ustedes".
21 De la misma manera, roció con sangre la Morada y todos los objetos del culto.
22 Además, según prescribe la Ley, casi todas las purificaciones deben hacerse con sangre, ya que no hay remisión de pecados sin derramamiento de sangre.
23 Ahora bien, si las figuras de las realidades celestiales debieron ser purificadas de esa manera, era necesario que esas mismas realidades también lo fueran, pero con sacrificios muy superiores.

La mediación eterna de Cristo

24 Cristo, en efecto, no entró en un Santuario erigido por manos humanas –simple figura del auténtico Santuario– sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro.
25 Y no entró para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya.
26 Porque en ese caso, hubiera tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. En cambio, ahora él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio.
27 Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio,
28 así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.

Capítulo 10

>El nuevo y único sacrificio

Ineficacia de los antiguos sacrificios

1 La Ley, en efecto –al no tener más que la sombra de los bienes futuros y no la misma realidad de las cosas– con los sacrificios repetidos año tras año en forma ininterrumpida, es incapaz de perfeccionar a aquellos que se acercan a Dios.
2 De lo contrario, no se hubieran ofrecido más esos sacrificios, porque los que participan de ellos, al quedar purificados una vez para siempre, ya no tendrían conciencia de ningún pecado.
3 En cambio, estos sacrificios renuevan cada año el recuerdo del pecado,
4 porque es imposible que la sangre de toros y chivos quite los pecados.
5 Por eso, Cristo, al entrar en el mundo, dijo:
"Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo.
6 No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios expiatorios.
7 Entonces dije: Aquí estoy, yo vengo –como está escrito de mí en el libro de la Ley– para hacer, Dios, tu voluntad".
8 El comienza diciendo: "Tú no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios", a pesar de que están prescritos por la Ley.
9 Y luego añade: "Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad". Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo.
10 Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.

Eficacia del sacrificio de Cristo

11 Cada sacerdote se presenta diariamente para cumplir su ministerio y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios, que son totalmente ineficaces para quitar el pecado.
12 Cristo, en cambio, después de haber ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios,
13 donde espera que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies.
14 Y así, mediante una sola oblación, él ha perfeccionado para siempre a los que santifica.
15 El Espíritu Santo atestigua todo esto, porque después de haber anunciado:
16 "Esta es la Alianza que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Yo pondré mis leyes en su corazón y las grabaré en su conciencia,
17 y no me acordaré más de sus pecados ni de sus iniquidades".
18 Y si los pecados están perdonados, ya no hay necesidad de ofrecer por ellos ninguna oblación.

>La perseverancia en la fe

El acercamiento a Dios por Jesucristo

19 Por lo tanto, hermanos, tenemos plena seguridad de que podemos entrar en el Santuario por la sangre de Jesús,
20 siguiendo el camino nuevo y viviente que él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne.
21 También tenemos un Sumo Sacerdote insigne al frente de la casa de Dios.
22 Acerquémonos, entonces, con un corazón sincero y llenos de fe, purificados interiormente de toda mala conciencia y con el cuerpo lavado por el agua pura.
23 Mantengamos firmemente la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel.
24 Velemos los unos por los otros, para estimularnos en el amor y en las buenas obras.
25 No desertemos de nuestras asambleas, como suelen hacerlo algunos; al contrario, animémonos mutuamente, tanto más cuanto que vemos acercarse el Día.

El castigo de los que abandonan la fe

26 Porque si después de haber recibido el pleno conocimiento de la verdad, pecamos deliberadamente, ya no hay más sacrificio por los pecados.
27 Sólo resta esperar con terror el juicio y el fuego ardiente que consumirá a los rebeldes.
28 El que viola la Ley de Moisés, es condenado a muerte irremisiblemente por el testimonio de dos o tres testigos.
29 Piensen, entonces, qué castigo merecerá el que pisoteó al Hijo de Dios, el que profanó la sangre de la Alianza con la cual fue santificado y ultrajó al Espíritu de la gracia.
30 Porque nosotros conocemos a aquel que ha dicho: La venganza me pertenece y yo daré la retribución. Y además: El Señor juzgará a su pueblo.
31 ¡Verdaderamente es algo terrible caer en las manos del Dios viviente!

La recompensa de los justos

32 Recuerden los primeros tiempos: apenas habían sido iluminados y ya tuvieron que soportar un rudo y doloroso combate,
33 unas veces expuestos públicamente a injurias y atropellos, y otras, solidarizándose con los que eran tratados de esa manera.
34 Ustedes compartieron entonces los sufrimientos de los que estaban en la cárcel y aceptaron con alegría que los despojaran de sus bienes, sabiendo que tenían una riqueza mejor y permanente.
35 No pierdan entonces la confianza, a la que está reservada una gran recompensa.
36 Ustedes necesitan constancia para cumplir la voluntad de Dios y entrar en posesión de la promesa.
37Porque todavía falta un poco, muy poco tiempo, y el que debe venir vendrá sin tardar.
38 El justo vivirá por la fe, pero si se vuelve atrás, dejaré de amarlo.

Capítulo 11

39 Nosotros no somos de los que se vuelven atrás para su perdición, sino que vivimos en la fe para preservar nuestra alma.

El valor de la fe

1 Ahora bien, la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven.
2 Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación.
3 Por la fe, comprendemos que la Palabra de Dios formó el mundo, de manera que lo visible proviene de lo invisible.

La fe de los antiguos Patriarcas

4 Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio superior al de Caín, y por eso fue reconocido como justo, como lo atestiguó el mismo Dios al aceptar sus dones. Y por esa misma fe, él continúa hablando, aún después de su muerte.
5 Por la fe, Henoc fue llevado al cielo sin pasar por la muerte. Nadie pudo encontrarlo porque Dios se lo llevó, y de él atestigua la Escritura que antes de ser llevado fue agradable a Dios.
6 Ahora bien, sin la fe es imposible agradar a Dios, porque aquel que se acerca a Dios debe creer que él existe y es el justo remunerador de los que lo buscan.
7 Por la fe, Noé, al ser advertido por Dios acerca de lo que aún no se veía, animado de santo temor, construyó un arca para salvar a su familia. Así, por esa misma fe, condenó al mundo y heredó la justicia que viene de la fe.

La fe de Abraham

8 Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba.
9 Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa.
10 Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
11 También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía.
12 Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar.
13 Todos ellos murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las vieron y las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la tierra.
14 Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria;
15 y si hubieran pensado en aquella de la que habían salido, habrían tenido oportunidad de regresar.
16 Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse «su Dios» y, de hecho, les ha preparado una Ciudad.
17 Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas,
18 a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre.
19 Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.

La fe de Isaac, de Jacob y de José

20 También por la fe, Isaac, en vista de lo que iba a suceder, bendijo a Jacob y a Esaú.
21 Por la fe, Jacob, antes de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, mientras se inclinaba, apoyado en su bastón.
22 Por la fe, José, al fin de su vida, hizo alusión al éxodo de los israelitas y dejó instrucciones acerca de sus restos.

La fe de Moisés

23 Por la fe, Moisés, apenas nacido, fue ocultado por sus padres durante tres meses, porque vieron que el niño era hermoso, y no temieron el edicto del rey.
24 Y por la fe, Moisés, siendo ya grande, renunció a ser llamado hijo de la hija del Faraón.
25 El prefirió compartir los sufrimientos del Pueblo de Dios, antes que gozar los placeres efímeros del pecado:
26 consideraba que compartir el oprobio del Mesías era una riqueza superior a los tesoros de Egipto, porque tenía puestos los ojos en la verdadera recompensa.
27 Por la fe, Moisés huyó de Egipto, sin temer la furia del rey, y se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible.
28 Por la fe, celebró la primera Pascua e hizo la primera aspersión de sangre, a fin de que el Exterminador no dañara a los primogénitos de Israel.

La fe de los israelitas

29 Por la fe, los israelitas cruzaron el Mar Rojo como si anduvieran por tierra firme, mientras los egipcios, que intentaron hacer lo mismo, fueron tragados por las olas.
30 Por la fe, cayeron los muros de Jericó, después que el pueblo, durante siete días, dio vueltas alrededor de ellos.
31 Por la fe, Rahab, la prostituta, no pereció con los incrédulos, ya que había recibido amistosamente a los que fueron a explorar la Tierra.

La fe de los Jueces y de los Profetas

32 ¿Y qué más puedo decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los Profetas.
33 Ellos, gracias a la fe, conquistaron reinos, administraron justicia, alcanzaron el cumplimiento de las promesas, cerraron las fauces de los leones,
34 extinguieron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada. Su debilidad se convirtió en vigor: fueron fuertes en la lucha y rechazaron los ataques de los extranjeros.
35 Hubo mujeres que recobraron con vida a sus muertos. Unos se dejaron torturar, renunciando a ser liberados, para obtener una mejor resurrección.
36 Otros sufrieron injurias y golpes, cadenas y cárceles.
37 Fueron apedreados, destrozados, muertos por la espada. Anduvieron errantes, cubiertos con pieles de ovejas y de cabras, desprovistos de todo, oprimidos y maltratados.
38 Ya que el mundo no era digno de ellos, tuvieron que vagar por desiertos y montañas, refugiándose en cuevas y cavernas.
39 Pero, aunque su fe los hizo merecedores de un testimonio tan valioso, ninguno de ellos entró en posesión de la promesa.
40 Porque Dios nos tenía reservado algo mejor, y no quiso que ellos llegaran a la perfección sin nosotros.

Capítulo 12

El ejemplo de Cristo

1 Por lo tanto, ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta.
2 Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
3 Piensen en aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento.
4 Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.

La educación paternal de Dios

5 Ustedes se han olvidado de la exhortación que Dios les dirige como a hijos suyos:
"Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, y cuando te reprenda, no te desalientes.
6 Porque el Señor corrige al que ama y castiga a todo aquel que recibe por hijo".
7 Si ustedes tienen que sufrir es para su corrección; porque Dios los trata como a hijos, y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre?
8 Si Dios no los corrigiera, como lo hace con todos, ustedes serían bastardos y no hijos.
9 Después de todo, nuestros padres carnales nos corregían, y no por eso dejábamos de respetarlos. Con mayor razón, entonces, debemos someternos al Padre de nuestro espíritu, para poseer la Vida.
10 Porque nuestros padres sólo nos corrigen por un breve tiempo y de acuerdo con su criterio. Dios, en cambio, nos corrige para nuestro bien, a fin de comunicarnos su santidad.
11 Es verdad que toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella.
12 Por eso, que recobren su vigor las manos que desfallecen y las rodillas que flaquean.
13 Y ustedes, avancen por un camino llano, para que el rengo no caiga, sino que se cure.

Castigo a la infidelidad

14 Busquen la paz con todos y la santificación, porque sin ella nadie verá al Señor.
15 Estén atentos para que nadie sea privado de la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz venenosa capaz de perturbar y contaminar a la comunidad.
16 Que no haya ningún impúdico ni profanador, como Esaú, que vendió su derecho a la primogenitura por un plato de comida.
17 Recuerden que después, cuando quiso heredar la bendición de su padre fue rechazado, y por más que la imploró con lágrimas, no pudo obtener un cambio de decisión.

Las dos Alianzas

18 Ustedes, en efecto, no se han acercado a algo tangible: fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, tempestad,
19 sonido de trompeta, y un estruendo tal de palabras, que aquellos que lo escuchaban no quisieron que se les siguiera hablando.
20 Porque no podían soportar esta prescripción: Cualquiera que toque la montaña será apedreado, incluso los animales.
21 Este espectáculo era tan terrible, que Moisés exclamó: Estoy aterrado y tiemblo.
22 Ustedes, en cambio, se han acercado a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne,
23 a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado a la perfección,
24 a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza, y a la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel.
25 Tengan cuidado de no desoír al que habla. Porque si los que rehusaron escuchar al que promulgaba oráculos en la tierra, no pudieron escapar al castigo, ¿cómo podremos escapar nosotros si volvemos las espaldas al que habla desde el cielo?
26 Aquel que en esa ocasión hizo temblar la tierra con su voz, ahora nos ha hecho esta promesa: Una vez más haré temblar no sólo la tierra, sino también el cielo.
27 Estas palabras una vez más quieren decir que las cosas que se conmueven van a cambiar –porque son creadas– para que permanezcan las que son inconmovibles.
28 Así, habiendo recibido la posesión de un Reino inconmovible, aferrémonos a esta gracia, y con piedad y temor, tributemos a Dios un culto que le sea agradable,
29 porque nuestro Dios es un fuego devorador.

Capítulo 13

>Exhortación final

Las relaciones con el prójimo

1 Perseveren en el amor fraternal.
2 No se olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles.
3 Acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo.
4 Respeten el matrimonio y no deshonren el lecho conyugal, porque Dios condenará a los lujuriosos y a los adúlteros.
5 No se dejen llevar de la avaricia, y conténtense con lo que tienen, porque el mismo Dios ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré.
6 De manera que podemos decir con plena confianza: El Señor es mi protector: no temeré. ¿Qué podrán hacerme los hombres?
7 Acuérdense de quienes los dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren cómo terminó su vida e imiten su fe.

La identificación con Cristo

8 Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre.
9 No se dejen extraviar por cualquier clase de doctrinas extrañas. Lo mejor es fortalecer el corazón con la gracia, no con alimentos que de nada aprovechan a quienes los comen.
10 Nosotros tenemos un altar del que no tienen derecho a comer los ministros de la Antigua Alianza.
11 Los animales sacrificados, cuya sangre es llevada al Santuario por el Sumo Sacerdote para la expiación del pecado, son quemados fuera del campamento.
12 Por eso Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padeció fuera de las puertas de la ciudad.
13 Salgamos nosotros también del campamento, para ir hacia él, cargando su deshonra.
14 Porque no tenemos aquí abajo una ciudad permanente, sino que buscamos la futura.
15 Y por medio de él, ofrezcamos sin cesar a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su Nombre.
16 Hagan siempre el bien y compartan lo que poseen, porque esos son sacrificios agradables a Dios.

La fidelidad a los pastores

17 Obedezcan con docilidad a quienes los dirigen, porque ellos se desvelan por ustedes, como quien tiene que dar cuenta. Así ellos podrán cumplir su deber con alegría y no penosamente, lo cual no les reportaría a ustedes ningún provecho.
18 Rueguen por nosotros. En realidad, estamos convencidos de tener buena conciencia, ya que nuestra intención es proceder correctamente en todo.
19 Además, les pido insistentemente que oren, para que yo pueda encontrarme con ustedes lo antes posible.

Despedida

20 Que el Dios de la paz –el mismo que resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, por la sangre de una Alianza eterna–
21 los capacite para cumplir su voluntad, practicando toda clase de bien. Que él haga en nosotros lo que es agradable a sus ojos, por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
22 Les ruego, hermanos, que acepten con paciencia estas palabras de exhortación, teniendo en cuenta que les he escrito brevemente.
23 Sepan que nuestro hermano Timoteo ha sido puesto en libertad; si llega a tiempo, iré a verlos con él.
24 Saluden a todos sus dirigentes y a todos los hermanos. Los hermanos de Italia les envían saludos.
25 Que la gracia permanezca con todos ustedes.

←Carta a Filemón Carta de Santiago→

Comentarios

Entradas populares de este blog

ORAR SIN DESANIMARSE